Este artículo lo escribí hace ya varios años, tras la llegada y la partida de Don Bosco a Salta, en sus reliquias insignes. Ese recuerdo hoy me renueva la alegría y me renueva las fuerzas para caminar junto a él siguiendo las huellas del Buen Pastor.
Cuando supe de tu venida, todo parecía lejano y que faltaba mucho
para tu llegada, y quizás faltaba mucho de verdad. De lo que no me
percaté es que el tiempo lentamente pasa y no se detiene, igual ahora
que tus reliquias ya se fueron, el tiempo sigue pasando…
Pienso en cada momento que vivimos, en la llegada a la ciudad con una recepción espontánea de los animadores “viejos”, los que ya no están en los grupos del MJS, y que sin consultar a nadie, con la libertad de salir a buscarte sin mayores preparativos, sino solo disponer el corazón, y organizar el equipo de mate, madrugamos para que tu transporte no pase sin que vos puedas vernos, ni que nosotros nos quedemos sin verte…
Tu paseo por los colegios fue tan rápido, pero sentí como que el
tiempo se detuvo esa noche de vigilia y fue muy especial saber que
estabas allí esperando nuestra mirada, saber que estabas allí para
escuchar nuestras necesidades, que estabas allí como dormido y soñando
con cada uno de nosotros. Seguro soñando nuestra felicidad.
A medida que transcurría la noche, mientras todos jugaban y
cantaban, yo me preguntaba si soy lo que vos soñaste que sería, y me
quedé con ese pensamiento hasta que pude recordar que vos estás conmigo
simplemente porque me amas, y no por lo que llegué a ser. Ese
pensamiento me tranquilizó pero también me invitó a que sea lo mejor que
pueda, para que vos te sientas conmigo como yo me siento con vos.
Esa noche en la que recordamos algunos momentos de tu vida en
Valdocco, me sentí como uno de esos tus chicos de allá, y supe que lo
era, y que a pesar de mi edad, aún lo soy.
Tu paso por las calles de mi ciudad hasta la Catedral, fue como eran
tus tardes al final del oratorio, cuando los chicos te llevaban hasta
la plaza para despedirlos, con la única diferencia que esta vez fuimos
nosotros los que te despedimos a vos. La declaración de Ciudadano
Ilustre nos llenó de orgullo, por que así no solo queda claro que sos
salteño, sino que también ilustre. Sé que si estos fueran los días del
oratorio primitivo, no hubieras aceptado esa declaración, pero a
nosotros hoy nos llena de profunda alegría.
La despedida, el saludo, los jóvenes con sus saltos, los cantos y
los vivas fueron el broche de oro de una visita soñada, de una visita
muy esperada, pero sobre todo de una visita santa.
Hoy quedan los recuerdos de cada momento, pero quedan también los
pequeños milagros que el Tata Dios fue realizando con tu visita, y los
que seguramente va haciendo en el silencio de los corazones de tus
hijos.
Quedan los agradecimientos por todo lo que tu visita suscitó en
nuestros corazones, por lo que suscitó en mí. Gracias por haberme
llamado a ser salesiano, a ser tu hijo. Gracias papá.
Porque hacía mucho que te esperábamos, porque tu presencia viva y actual nos renueva, porque hoy me siento cada vez más hijo tuyo… Ya no te dejaremos ir.
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