El 14 de marzo el Papa Francisco celebró una Misa de acción de gracias con los cardenales electores que lo eligieron en el Cónclave el día anterior. Esta es la homilía completa que pronunció ese día.
"En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En
la primera lectura, el movimiento en el camino; en la segunda lectura,
el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.
Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5).
Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi
presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida
es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre,
en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella
honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.
Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son
consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo.
Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que
es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar
muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona.
Acabaremos siendo una ONG que da pena, pero no la Iglesia, Esposa del
Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se
edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa
cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es
consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria
la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando
no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la
mundanidad del demonio.
Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil,
porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay
temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del
camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que
ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz.
Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando
caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando
confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos
mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor,
precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz
del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada
en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la
Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra
Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar,
confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea".
En estas palabras se intuye un proyecto.
El Señor lo ilumine y lo guíe en este camino de guiar y conducir nuestra Iglesia.
María Auxiliadora rogá por el, rogá por nosotros
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