martes, 20 de agosto de 2013

Agosto Mes del Padre!!!! Mes de San Juan Bosco


Este mes estamos llamados a volver la mirada a nuestro Padre Don Bosco, a su estilo, a su pedagogía...

Aprendamos, como él, que Dios está muy cercano y se hace presente...
De manera especial estamos llamados a hacer presente el amor de Dios con gestos de cercanía, de paternidad-maternidad...

"Porque adivino en mi gozar por tu presencia
la mirada de otro Padre, la asistencia de Su amor...

Déjanos Juan Bosco, porque te amamos
llamarte PADRE una vez más..."

jueves, 18 de julio de 2013

A Vivir juntos, en la oración, la JMJ 2013



Se acercan los días en que viviremos el tiempo de Gracia que llamamos Jornada Mundial de la Juventud...


Tiempo de Oración, encuentro y escucha


Del 23 al 28 de Julio todos unidos en Cristo, en un mismo Espíritu

lunes, 20 de mayo de 2013

PROCESIÓN DE MARÍA AUXILIADORA - SALTA 2013


Sábado 25 de Mayo 16:30 inicio de la Procesión en honor a María Auxiliadora...

La Madre de los Jóvenes los espera... Vos que estás estudiando en un colegio salesiano, o que estudiás en un colegio católico estás invitado a participar de la más grande procesión preparada por jóvenes para la Virgen Madre de Dios, y Madre Nuestra...

Exalumn@s de Don Bosco o de María Auxiliadora, Amigos de la Obra Salesiana en Salta, Integrantes de la Familia Salesiana o del Movimiento Salesiano, Adherentes a la advocación y devoción a María Auxiliadora... Todos están invitados

Jóvenes de Salta, este sábado nos reunimos todos para honrar a Nuestra Madre!!!


Inicio de la Procesión 16:30. PUNTUAL



jueves, 11 de abril de 2013

Una Visita Soñada... (Octubre 2009)

Este artículo lo escribí hace ya varios años, tras la llegada y la partida de Don Bosco a Salta, en sus reliquias insignes. Ese recuerdo hoy me renueva la alegría y me renueva las fuerzas para caminar junto a él siguiendo las huellas del Buen Pastor.
 
 
Cuando supe de tu venida, todo parecía lejano y que faltaba mucho para tu llegada, y quizás faltaba mucho de verdad. De lo que no me percaté es que el tiempo lentamente pasa y no se detiene, igual ahora que tus reliquias ya se fueron, el tiempo sigue pasando… 

Pienso en cada momento que vivimos, en la llegada a la ciudad con una recepción espontánea de los animadores “viejos”, los que ya no están en los grupos del MJS, y que sin consultar a nadie, con la libertad de salir a buscarte sin mayores preparativos, sino solo disponer el corazón, y organizar el equipo de mate, madrugamos para que tu transporte no pase sin que vos puedas vernos, ni que nosotros nos quedemos sin verte…
 
Tu paseo por los colegios fue tan rápido, pero sentí como que el tiempo se detuvo esa noche de vigilia y fue muy especial saber que estabas allí esperando nuestra mirada, saber que estabas allí para escuchar nuestras necesidades, que estabas allí como dormido y soñando con cada uno de nosotros. Seguro soñando nuestra felicidad.
 

A medida que transcurría la noche, mientras todos jugaban y cantaban, yo me preguntaba si soy lo que vos soñaste que sería, y me quedé con ese pensamiento hasta que pude recordar que vos estás conmigo simplemente porque me amas, y no por lo que llegué a ser. Ese pensamiento me tranquilizó pero también me invitó a que sea lo mejor que pueda, para que vos te sientas conmigo como yo me siento con vos.
 
Esa noche en la que recordamos algunos momentos de tu vida en Valdocco, me sentí como uno de esos tus chicos de allá, y supe que lo era, y que a pesar de mi edad, aún lo soy.
 
Tu paso por las calles de mi ciudad hasta la Catedral, fue como eran tus tardes al final del oratorio, cuando los chicos te llevaban hasta la plaza para despedirlos, con la única diferencia que esta vez fuimos nosotros los que te despedimos a vos. La declaración de Ciudadano Ilustre nos llenó de orgullo, por que así no solo queda claro que sos salteño, sino que también ilustre. Sé que si estos fueran los días del oratorio primitivo, no hubieras aceptado esa declaración, pero a nosotros hoy nos llena de profunda alegría.
 

La despedida, el saludo, los jóvenes con sus saltos, los cantos y los vivas fueron el broche de oro de una visita soñada, de una visita muy esperada, pero sobre todo de una visita santa.
 
Hoy quedan los recuerdos de cada momento, pero quedan también los pequeños milagros que el Tata Dios fue realizando con tu visita, y los que seguramente va haciendo en el silencio de los corazones de tus hijos.
 
Quedan los agradecimientos por todo lo que tu visita suscitó en nuestros corazones, por lo que suscitó en mí. Gracias por haberme llamado a ser salesiano, a ser tu hijo. Gracias papá.
 

Porque hacía mucho que te esperábamos, porque tu presencia viva y actual nos renueva, porque hoy me siento cada vez más hijo tuyo… Ya no te dejaremos ir. 


viernes, 15 de marzo de 2013

Primera Homilía del santo padre Su Santidad Francisco

El 14 de marzo el Papa Francisco celebró una Misa de acción de gracias con los cardenales electores que lo eligieron en el Cónclave el día anterior. Esta es la homilía completa que pronunció ese día.

"En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la primera lectura, el movimiento en el camino; en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.

Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.

Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.

Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG que da pena, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.

Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea".

En estas palabras se intuye un proyecto.
El Señor lo ilumine y lo guíe en este camino de guiar y conducir nuestra Iglesia.
María Auxiliadora rogá por el, rogá por nosotros

sábado, 30 de julio de 2011

Sistema Preventivo de Don Bosco en la Educación de la Juventud

Educar desde Cristo, como Don Bosco
(Una mirada al Sistema Preventivo)


El trabajo con adolescentes y jóvenes es, en ocasiones una tarea muy gratificante, o puede llegar a ser una tarea muy ardua y difícil que no deja ninguna ganancia, y en ocasiones se escucha: es como “arar en el mar”. Son expresiones que de alguna manera muestran el sentir de algunos educadores de antes y de hoy. Quizás éstas surgen de alguna concepción de juventud, del preconcepto o de las expectativas que se tenga de ella, o también de la experiencia que se haya tenido con los jóvenes.
En algunos ambientes de la educación formal también se suele hablar de la dificultad que representa trabajar con adolescentes, y de la indefensa exposición en que se encuentra un docente en estos días frente a los alumnos.
Suele ocurrir también que, los que trabajamos o hemos trabajado en colegios salesianos, nos llenamos la boca y hablamos con una autoridad inapelable del famoso sistema que utilizó Don Bosco. Hacemos referencia al «Sistema Preventivo», y creemos que al haber dicho estas dos palabras hemos resumido toda la experiencia salesiana de Don Bosco, que esa experiencia está condensada en nosotros y que somos los auténticos custodios del método, pero generalmente nos olvidamos (o ignoramos) que es fruto de medio siglo de experiencia, y que demandó todo el esfuerzo y la entrega de este Santo varón.
Es indudable que el Sistema Preventivo ocupa un lugar central en todos los emprendimientos que realizara Don Bosco, especialmente en aquellos a favor de los jóvenes. Sobre este cimiento se edifica toda su obra, con ideas aparentemente nuevas, que guardan una estrecha consonancia con las más puras enseñanzas del Evangelio, traducidas por la experiencia de su propia vida.
Es mi interés volver la mirada hacia algunas ideas fundantes que puedan ayudar a entender lo que es este tan evocado sistema, y que –repito– muchos de nosotros mencionamos, quizás sin conocerlo o comprenderlo mínimamente.
Estas líneas son reflexiones que surgen de los mismos escritos de Don Bosco, y  de haberlos confrontado con mi experiencia de animador, preceptor y profesor; y que hoy fuera de la casa salesiana o de la escuela salesiana, en un ambiente distinto y asumiendo un nuevo estilo compruebo que las intuiciones de Don Bosco son aún válidas hoy, y son válidas en todos los jóvenes (o la mayoría) con los que me he encontrado, aún sin conocer ellos el estilo salesiano y sin mencionarlo explícitamente. Reflexiones que buscan ayudar a plantearnos este tan mencionado sistema, que en suma es un estilo de ver y entender la vida y la docencia.

El Sistema Preventivo
Hay dos maneras de educar a la juventud, asegura Don Bosco. La primera, muy utilizada, consiste en asegurar el orden, castigando la falta apenas se comete, según una escala definida de sanciones. Con este sistema el educador parece decir al joven: «quedate quieto, no molestés, no rompas la “armonía” exterior, porque si lo hacés te sanciono». Don Bosco observa sabiamente que este método florece, se impone en los cuarteles y hasta es usado con y por personas cuya edad supone la plenitud de la razón.
Muy distinto es el segundo sistema: No se preocupa de obtener por la fuerza, ni por miedo al castigo, el orden (que es necesario para la tranquilidad y beneficio de los jóvenes, del educador, y para la educación). Se busca el orden únicamente para evitar a toda costa la ofensa a Dios, pero en definitiva se busca el desarrollo de la madurez personal apoyada en valores morales y cristianos, se busca que sean buenos ciudadanos siendo buenos cristianos.
Este sistema preventivo, como se lo llama, en oposición al otro, el sistema represivo (que funciona a base de castigos), se esfuerza en contrarrestar el mal desde sus fuentes, evitando o neutralizando la ocasión de pecar. Del mismo modo que la ciencia, que confía más en evitar la enfermedad que en la medicina, prefiere prevenir antes que curar.
Toda la creatividad y todo el esfuerzo del educador, debe estar dirigido a impedir al joven, por la asistencia constante, que haga algo que atente a su propia dignidad o a la de otros. El educador debe impedir, en lo posible, toda ocasión de pecar, haciéndole saber al joven que no está solo, que en todo momento está acompañado, que esta compañía es para ayudarle en lo que necesite, y así para ayudarle a no pecar.
Se logra que un alumno se sienta acompañado pero no vigilado, observado pero no espiado, si el docente “está” siempre entre sus jóvenes, pero no como vigilante, no solamente como profesor sino como un padre que no deja solos a sus hijos, hasta que hayan sido totalmente educados en la libertad. Hago énfasis en el “está” porque la presencia del docente comienza siendo física, y desde allí otras presencias, afectivas, amistosas, paternales, etc. que no se dan si no está físicamente presente.
Desde esta perspectiva estos sistemas son totalmente opuestos. El primero consiste en el miedo a la autoridad y su castigo (y se hace visible cuando se comete la falta); mientras que el segundo se apoya en la mirada afectuosa, en la sana y buena familiaridad, en el amor, que trata insistentemente que no se cometa falta alguna, más aún en que el joven no tenga ocasión de cometerla.
El primero mantiene al superior alejado de los alumnos, en un aislamiento que abandona sólo para castigar; lo obliga a presentarse con rostro frío, con actitud reservada y capaz de inspirar temor, creando así universos paralelos donde maestros y alumnos existen sin “peligro” de encontrarse. Se apoya sobre todo en una especie de “código penal” en el que se observa que las sanciones previstas son tan duras y pesadas que aplastan al joven para quitarle las “ganas” de volver a faltar a la norma; éstas se aplican automáticamente y sin contemplaciones, sin distinción de personas, según lo exija la escala de sanciones; se lleva cuenta y se recuerdan permanentemente las faltas cometidas.
Este método conduce a resultados muy curiosos, a veces controvertidos y discutibles. Este sistema, como salta a la vista, no alcanza el ideal de la conversión de los corazones, ¡ni siquiera lo pretende!
Por otra parte y desde una mirada diametralmente opuesta, el sistema Preventivo desea y promueve fervorosamente establecer entre el educador y el alumno un contacto estrecho, familiar, íntimo, del cual brotarán una honesta y bien intencionada cordialidad y una confianza ilimitada. Con este fin, los alumnos, educadores y superiores están juntos en el recreo, en los patios, en los corredores, en la biblioteca, en la capilla: se baja del pedestal de autoridad  y se ubica respetablemente, sin perder su rol, al nivel del joven; y lo envuelve con una mirada atenta pero afectuosa, mirada que sabe abrir los ojos, pero también sabe cerrarlos; no excluye el gesto afectuoso, ni la palabra cordial, ni los gestos oportunos de verdadera paternidad; rompe decididamente las barreras que, un respeto mal entendido intentó levantar entre maestros y alumnos.
De esta manera el educador puede cambiar, con sus actitudes personales, las percepciones que tiene el alumno del docente y de la educación. Puede conseguir que el alumno lo redescubra como persona, encuentre que al docente también le gusta divertirse, y finalmente –que es lo más importante– descubra que la verdadera intención del docente es el bienestar del alumno.
De este modo el joven comprenderá que el docente lo acompaña, que está para ayudarle a resolver dudas, para enseñarle, para hablar de cosas intrascendentes y también de cosas importantes. Así podrá generarse una relación de confianza en la que no sólo habrá juegos y estudio, sino que podrá el alumno hablar confiadamente de sus preocupaciones, de sus inquietudes, de sus proyectos y hasta de sus problemas. El docente podrá demostrar su preocupación y su interés por el bien del alumno. Así con el tiempo y ayuda del docente, el alumno podrá descubrir la presencia amorosa de Dios que siempre lo acompaña.
«Desdichada la casa –escribía Don Bosco en 1884, cuatro años antes de morir– en donde los superiores sean tenidos como superiores y no como padres, como hermanos, como amigos. Donde se les teme, ¡pero no se los ama!».



Un Camino de Conversión es Necesario
Frente a esto podría surgir una objeción (que también escuché): «en esa situación el prestigio y hasta el lugar del educador corre riesgo de perderse, el docente va a perder su autoridad, porque ese entrevero va a permitir a los jóvenes, que todo lo vigilan, miden y escrutan, descubrir las debilidades, los límites y hasta los defectos de sus docentes».
Ante este planteo, yo pregunto: ¿Acaso es preferible hacer desaparecer todo rastro de espontaneidad de los muchachos y chicas? ¿Llevarlos a vivir hipócritamente usando caretas, cuidando las apariencias? ¿Obligarlos a mostrar lo que el superior desea ver? ¿Realmente deseamos que aprendan a decir y hacer lo que es “políticamente correcto” para evitar castigos o conseguir lo que desean sin haber reflexionado si es lo mejor para ellos?
Propongo oponer a este planteo uno de los pensamientos del mismo Don Bosco: «Aunque los padres vivan y estén con sus hijos de la mañana a la noche, tienen ellos un medio para salvar su prestigio: ser santos. Efectivamente, muchos se esfuerzan para llegar a ser mejores».
En este orden de ideas, estoy plenamente convencido que, un papá que es capaz de jugar con sus hijos, de bromear con ellos, de estar “tirado” en el suelo para divertirse con ellos, es un papá que va ganando libertad frente a sus hijos, va ganando su afecto y confianza, a los cuales puede -cuando sea necesario- llamar la atención con más facilidad y llega a conseguir mejores respuestas de sus hijos, porque responden desde el afecto y no desde el temor.

 
Quizás por la experiencia personal, de padres, de salesianos consagrados y religiosos que fueron y son así, es que tengo esta convicción, que está en sintonía con el pensamiento de Don Bosco, y por eso la analogía entre padre y docente no se hace esperar en mí, y pienso que el docente o superior que está en el patio junto a sus jóvenes en el recreo y que comparte con ellos ese tiempo, también va ganando su afecto y confianza, y hasta una mejor disposición dentro del aula, porque los alumnos saben que el docente, el adulto, también está en el patio donde pueden hablar de otras cosas, que a la larga pueden ser tan importantes como la clase dentro del aula.
Durante años la educación autoritaria intentó dominar clases, cursos y escuelas con el látigo en la mano, y aún hoy existen personas que siguen intentándolo. Pero continuar con este método es aceptar la idea de que los niños y jóvenes no son seres pensantes, sino que son “como animales” que sólo se los puede domesticar y amaestrar. Por desgracia reprimir es algo muy fácil de hacer y sabemos que este método no necesita esfuerzo de aprendizaje.
Pero para prevenir efectivamente el mal, se necesita de todo nuestro esfuerzo, nuestro afecto, nuestra atención y nuestra humildad. Casualmente en esto radica la grandeza de este método, que ofrece efectos dobles, ya que forma juntamente a quien educa y a quien es educado, al padre y al hijo, al docente y al alumno, al superior y al empleado. El alumno no progresará en docilidad si el maestro no crece en caridad. Con este trabajo continuo de perfeccionamiento personal, con los esfuerzos que haga cada día el educador por ser más paciente, más dueño de sí mismo, más generoso en tiempo y en calidad de entrega, conseguirá la inestimable alegría de ver que su alumno obedece por amor y no por miedo a las sanciones.
Se puede decir que no es un sistema muy cómodo de aplicar, pero el mismo Santo nos dice: «Entendamos, es muy cómodo para los alumnos, muy eficaz y muy apreciado por ellos; pero claro está, bastante penoso para el educador. No obstante, estas dificultades pronto quedarán vencidas si el maestro se dedica con esfuerzo a su tarea».
Dice esto porque sabe el costo de vivir con este método, pero sabe también de sus frutos, y por eso el Santo prometía a quienes lo adopten como estilo de educación y de vida, cuatro resultados seguros: sus alumnos sentirán un gran cariño por ellos y los recordarán así toda su vida; ninguno por difícil o malo que sea empeorará bajo sus cuidados; el vicio y su contagio, cuando sea neutralizado por este cuidado atento, se detendrá en las puertas de la casa que adopte este sistema; y finalmente, ganados los corazones, los lugares más ocultos y olvidados del alma abrirán sus puertas y se dejarán transformar por este amor.
 
Nuestra Presencia es necesaria
En la conocida “Carta del 84”, el Santo de los Jóvenes relata dos escenas, una de ellas es fruto de vivir el sistema preventivo, y otra de no vivirlo. Esta comparación nos sirve como termómetro, y nos ayuda a descubrir en lo cotidiano, si institucionalmente vivimos o no el sistema preventivo.
La carta del 84 demuestra en palabras del mismo Don Bosco el efecto de uno y otro sistema, y muestra también como un patio cualquiera, aún un patio salesiano puede, por la ausencia de los educadores, convertirse en un ambiente claramente represivo.
Llamo la atención sobre esta carta para que recordemos que, no basta con estar en un colegio salesiano para que el ambiente sea preventivo. Para que lo sea necesita la opción consciente de serlo, y para ello necesita de algunos puntos de partida importantes como lo son: creer que los jóvenes necesitan de nuestra presencia amistosa y paterna, creer que la valoran; creer que todos los jóvenes son los predilectos del Padre Dios quien los puso en nuestro camino para su crecimiento y cuidado, confiar y creer en los jóvenes.
Es cierto que este sistema es efectivo, pues lo demuestran años de experiencia en Valdocco y en otras tantas casas salesianas, pero no es matemático, y no porque se intente vivirlo y ponerlo en práctica todo será un paraíso, ya que todos tenemos límites. Por eso algunos, con toda razón, pueden decir que por más que se quiera y se intente, nunca se podrán evitar todas las transgresiones, que siempre se cometerán y que a veces serán graves, y si somos honestos con nosotros mismos debemos reconocer que esto es real. Entonces ¿se debe castigar? ¿O el sistema no tiene castigos?
Don Bosco y sus primeros hijos espirituales tenían algo muy claro: «Si es posible, no se castigue nunca». Pero es clara la expresión «Si es posible…». Él sabe que «el castigo en ocasiones es necesario; no pertenecemos al número de aquellos que dejan extraviar la naturaleza por tortuosos caminos. Cuando se aparta del deber, es necesario corregirla. Lo exige la prudencia, el ejemplo y la justicia, no con tanta frecuencia como lo parece, pero a lo menos en determinadas circunstancias. Entonces estos castigos se inspiran en el principio mismo del sistema: ante todo se tendrá mucho cuidado de no cerrar el corazón del joven, de no endurecerlo, de no clausurarlo a la obra positiva de la educación.
En virtud de este principio, los castigos aplicados en las casas salesianas, y en toda casa que haya optado por una educación preventiva, deberán tener las cualidades siguientes: se evitarán cuanto sea posible, no serán nunca irritantes ni humillantes, serán plenamente racionales y obedecerán a la voz del corazón».
Podemos entender el porqué de lo difícil que puede ser vivir con este estilo de vida, ya que implica equilibrio afectivo, espiritual y racional, y sabemos que después de muchas jornadas de trabajo y de muchas horas en situaciones que ponen en juego nuestra cordura, es muy difícil para nosotros los mortales mantener incólume nuestro equilibrio en todas las situaciones. Pero aún desde el reconocimiento y aceptación de nuestras limitaciones, asumiendo nuestra normalidad, podemos acompañar y entender a nuestros jóvenes, y ayudarlos permitiéndoles que razonen con nosotros las situaciones en que juntos, ellos y nosotros, nos vemos envueltos.
Don Bosco pudo afirmar al fin de su vida que por más de medio siglo había tratado con los jóvenes sin haber impuesto castigo de ninguna clase. Esta expresión “sin haber impuesto castigo de ninguna clase” no debemos tomarla como que no llamó la atención de nadie, al contrario, significa que no necesitó del castigo del golpe – común en esos tiempos – sino que con el ejemplo, las palabritas al oído y la insistencia en estar cerca no fueron necesarios los golpes ni las medidas extremas contra los alumnos. Hoy diríamos no fueron necesarios los gritos, las expresiones que avergüenzan, ni los llamados de atención graves.
Sin duda alguna era un santo, pero no logró la efectividad de su sistema por serlo, sino que al aceptar sus limitaciones y entendiéndolas, pudo trabajar su tolerancia y templanza, y pudo perfeccionar su presencia y las palabras con las que se dirigía a los jóvenes, porque también pudo entender así las limitaciones de los muchachos. Aunque difícilmente alcanzaremos su prestigio o su ciencia en la educación, podemos intentar los pasos que el mismo dio, ya que él fue uno como nosotros, sólo que hizo y sostuvo su opción de amar y educar a los muchachos a cada momento.


Hoy sus hijos debemos seguir sus huellas castigando poco y retardando mucho la hora de la sanción. Debemos vigilar constantemente, pero con el rabillo del ojo, de un ojo que al llegar a conocer la imprudencia involuntaria del muchacho, se cierra sin dificultad. Recordemos lo que decía el Santo: «eviten el castigo siempre que sea posible».
En ocasiones una penitencia, una acción reparadora es indispensable; y entonces debemos recordar las indicaciones de nuestro padre. «No impongan nunca, o casi nunca, castigos públicos, humillantes, de esos que hieren las fibras vivas del alma, […] jamás impongan castigos corporales, irritantes, denigrantes, que incitan el corazón a la rebelión…»
Cuando Juan Bosco tenía ya 65 años, revisaba por última vez las páginas donde había condensado la esencia de su enseñanza, en esa ocasión agregaba estos renglones: «antes de aplicar el menor castigo, estudien el grado de culpabilidad del niño; si el hablarle basta, no usen el reto o el reproche; si el reto es suficiente, no apliquen la sanción».
De aquí surge una regla de oro: ¡Comprender la falta! explicar lo negativo de ella, ¡que la sanción sea acorde a la falta, que el castigo sea acorde a la responsabilidad, al grado de malicia que acompaña el acto!
Las sanciones no deben ser todas iguales, aún cuando el hecho sea el mismo.
«Finalmente cuando llegue la hora en que es necesario castigar, no deben olvidar que es preferible usar ese tipo de sanciones que tan hábilmente sabe manejar una madre; rostro afligido, palabra fría o indiferente, ojos que se desvían, manos que se retiran; en la mayoría de los casos, esto es más que suficiente para castigar a los niños de buen corazón, pero siempre a condición de que hayan conseguido hacerse amar con su abnegación».
Sigue Don Bosco «para los chicos es castigo lo que se hace pasar por tal». Los padres saben que una mirada fría y hasta distante a veces causa mayor efecto que una cachetada. Una felicitación a quien la ha merecido, una palabra de desaprobación a quien se descuida, se convierten con frecuencia en una recompensa y un castigo verdadero.
En una ocasión le informaron a Don Bosco que los alumnos se organizaban para generar un acto de indisciplina; para evitar totalmente la tormenta dijo a sus hijos, después de las oraciones de la noche, y antes de mandarlos a dormir con las conocidas “Buenas Noches”: «no estoy contento con ustedes, esta noche no los hablaré, vayan a dormir». Esto debemos entenderlo desde el gusto que producía en los muchachos ese momento breve pero cercano que su “padre” les regalaba. Así desde el afecto, el “castigo” fue más severo, porque habían entristecido a su padre.
Las sanciones deben discernirse. Por ello no deben tomarse decisiones apresuradas, si la falta es grave debe tomarse el tiempo necesario para reflexionar y discernir los pasos a seguir.
Si ocurre que el muchacho muestra intenciones de no mejorar, o de seguir con las faltas, entonces es necesaria la sanción o el castigo, pero no debe ser irritante, denigrante ni pesada, por el contrario razonable y reducida a su menor expresión, pero si se impuso, siempre debe ser cumplida.


A modo de Conclusión: El Modelo es la Familia
Se observa claro, como se puede inferir con los ejemplos que toman al padre y a la madre, que el mérito de esta educación consiste en reconstruir alrededor del joven un ambiente de familia. Por esto se pretende que el educador tenga contacto frecuente con el alumno, que haya confianza mutua, como la que tienen los padres con sus hijos, o los hermanos mayores con los más pequeños.
Porque se busca generar un ambiente de familia, debemos tener en cuenta y no olvidar que, como en todas las familias, el afecto no se da por decreto sino que se construye y se sostiene con decisiones cotidianas. Al igual que en una casa de familia, para que el ambiente sea positivo, se lo debe construir poco a poco y con paciencia, sin perder las esperanzas. Sabiendo que todos nos equivocamos y que seguramente nos equivocaremos otra vez, pero buscando siempre crecer desde la comprensión y el acompañamiento.
La familia es indispensable para la maduración de cada niño, y sabemos que su falta entorpece – o cuanto menos dificulta – el crecimiento y la maduración de la persona. Sabemos también que en estos días la familia está atacada por muchas mezquindades, y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Por ello nuestra creatividad, nuestro esfuerzo y nuestra caridad deberán ingeniárselas para que el muchacho pueda sentirse tratado como en una familia para que pueda dar frutos óptimos de aprendizaje, y en definitiva para que pueda ser un Buen Cristiano y un Honesto Ciudadano.
Prof. Luis E. G. López López